EL HOMBRE COMO SER CONSTITUTIVAMENTE MORAL
Se afirma que somos, según cierta tradición de la filosofía moral hispana,75
seres constitutivamente morales, lo que significa, para decirlo en términos
coloquiales, que “no nos queda de otra”. En esto, y, parafraseando ajean
Paúl Sartre, estamos condenados a ser sujetos morales. Podemos comportarnos
de forma moralmente correcta en relación con determinadas concepciones
del bien moral, es decir, en relación con determinadas normas
y códigos morales para nosotros valiosos, o bien, en el otro extremo,
podemos comportarnos de forma inmoral con respecto a ellos, pero
estructuralmente hablando, no existe ninguna persona que se encuentre
situada “más allá del bien y del mal”. Esto significa que ante el hecho
moral, por más que queramos, no podemos ser indiferentes: somos
seres morales tanto porque nos apegamos a cierta moral como porque
nos apartamos de ella.
Desde los orígenes mismos de la humanidad, la conducta humana
se enfrenta a la doble posibilidad de ser, precisamente “buena” o “mala”,
digna o indigna del hombre. Así, la libertad implica siempre el riesgo
humano de escoger tanto una conducta como otra. De ahí lo que en
ética se conoce como ambigüedad humana.
El hombre como accion:
Concebir al hombre como un ser activo ha sido uno de los temas en lo que algunos filosofos de todos los tiempos han coincidido, desde Platon y Aristoteles, pasando por Spinoza, Leibniz, Marx y en nuestros dias, Fernando Savater. Por lo que no puede haber mejor comienzo para quien pretende acercase al estudio de la ética, que tomar como punto
de partida a la acción, concretamente a la acción humana.Platón hizo una afirmación que
para muchos, en tanto que fue un filósofo idealista que sostuvo que el
verdadero ser se encuentra no en las cosas sensibles sino en las ideas,
pudiera resultar controvertida. Para él: “conocer es actuar”. Quería decir
que esta acción sobre las cosas que es el conocimiento, constituye el instrumento
simbólico mediante el cual, al relacionarse cognoscitivamente
con ellas, el hombre las hace inteligibles.
Por su parte, “Aristóteles distinguió dos clases de actividad humana:
la praxis, instransitiva, que consiste en el puro ejercicio del
sujeto, y la poiesis, transitiva, que consiste en hacer algo y
dejar como remanente un producto”.78 Se trata de la distinción
entre las actividades desinteresadas y las que tienen
por objeto precisamente las objetivaciones, es decir, la
obtención de un producto como obra final.
En el caso de filósofos como Spinoza y Lebniz, lo
que éstos denominan sustanáa, no es más que un “punto
de fuerza”, es decir, una perpetua vocación transformadora
de las cosas.
El hombre como posibilidad:
Como sostuvimos líneas arriba, el hombre es acción, es posibilidad de
llegar a ser todavía lo que no es. Es algo que está sujeto a la dialéctica
que consiste en hacerse y re-hacerse, esto es, en inventarse a sí mismo.
A diferencia de los animales, que no pueden ofrecer mas que respuestas
mecánicas e instintivas ante las influencias del medio ambiente,
el hombre es un ser con posibilidades de optar por varios cursos de
acción cuando se le presenta una situación en donde entra en juego su
capacidad de decisión. En tal sentido, la posibilidad es en sí misma un
rasgo constitutivamente moral del hombre, en tanto que con su ejercicio
trasciende su propia animalidad.
¿Por qué decimos que el hombre es un ser de posibilidades? Porque primaria y consustancialmente, es una entidad en proceso de construcción,
es un ser que no está clausurado en su misma especie, en su ser
individual, como especie animal; sino que es un ser móvñ, es un ser
ambiguo, es un ser inestable e inacabado, pero que en esa movilidad y
ambigüedad y en esa inestabilidad, paradójicamente, está su grandeza, y
su poder. “Esa característica de poder construirse ‘idealmente’ es algo
que descubrimos en los textos primeros de la cultura clásica: la de ver
al hombre como posibilidad”. Bajo estas consideraciones, el hombre es un ser de posibilidades,
puesto que no se encuentra hecho, consumado,
paralizado, sino que se mueve, precisamente porque es “construible”,
en un universo impreciso lleno de posibilidades.
Este concepto de posibilidad se halla muy ligado con
otro concepto muy importante en todas las culturas, que es
la idea de elecáón. Esto es así, porque el hombre se encuentra
ante la posibilidad, ya que puede realizarla. Y la realización
de esa posibilidad es la elección.
El hombre como persona:
Cabe reconocer que el concepto de persona no ha recibido
la misma atención por parte de los filósofos morales o éticos
hispanos de los que nos hemos venido ocupando, sin embargo,
filósofos como Boecio, Kant, Mounier, Fernando Savater y Carlos
Díaz, se han ocupado de este tema con referencias directas,
en algunos casos, y en otros indirectas, al ámbito de la ética.
Boecio, quien vivió en el siglo vx, definió a la persona
como una “sustancia individual de naturaleza racional”. Desde
Aristóteles, la sustancia se viene definiendo como algo que es
en sí y no en otro, de lo cual inferimos que la persona en tanto
sustancia es sustento de sí misma, de todos y de cada uno de
sus actos. Como sustancia individual, se admite que la persona
no se puede dividir, sino que al ser uno, es indivisible. Como
ser racional, la persona es libre y consciente de sus actos. En
este sentido, si la persona es libre, ello se debe a que es precisamente
racional.
Para Emmanuel Kant, el concepto de persona aparece fuertemente
asociado al de respeto, ya que éste se da en dos sentidos: como respeto
a la ley, y como respeto a la persona. En el caso del primero, consiste en
una subordinación de la voluntad, la cual tiene conciencia de que debe
acatar la ley, mientras que en el segundo caso, respeto significa tener
conciencia de que los demás seres humanos son personas y que, por esta
razón no debemos emplearlos como medios sino verlos como fines en
sí mismos. Aquí es donde se plantea la visión ética que Kant tiene de la
persona, para quien:
El hombre existe como fin en sí mismo y no sólo como medio para
cualesquiera usos de ésta o aquella voluntad. Los seres racionales
se llaman personas, porque su naturaleza los distingue como fines
en sí mismos, o sea, como algo que no puede ser usado meramente
como medio... [Por eso la norma de conducta humana es] Trata
a la humanidad, tanto en tu persona como en la de cualquier otro
siempre al mismo tiempo como un fin, y nunca solamente como
un medio.
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